Mi buen amor,
el que me das,
el que te doy,
el que compartes,
es un amor que brota por sí mismo,
de sí mismo.
Es tan real como este sentimiento de estar vivo.
Se siente como pueden sentirse latidos en el pecho.
Está ahí.
No es posible negar su existencia,
y es fácil ver que no se trata
de algo que quiero para mí,
de algo que quiero recibir.
Al deleite se llega al entregarlo,
al rendirlo ante esa entidad que formas tú.
Pero soy yo ese amor que me llena.
Soy yo mismo,
esa sensación de que te hablo es mi vida,
es mi persona,
es todo uno.
Y así me entrego todo a ti,
deseoso de poder vivir en ti,
y ser yo mismo el que te vivo
mientras tú me vives.
En esta unión divina que compartes
estamos junto a Dios,
y es su presencia
(porque Él es amor
y amor somos nosotros)
lo que nos tiene enamorados,
felices, e inocentes.
domingo, 7 de septiembre de 2008
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