Existe mucha confusión sobre los deseos. Algunos budistas hablan de la necesidad de la abolición de los deseos para alcanzar la felicidad, ya que encuentran en el deseo no cumplido una fuente de insatisfacción. Aunque una anulación de los deseos pudiera traernos la felicidad yo personalmente no lo puedo atestiguar, pues no es algo que hasta el momento haya llevado a cabo; ya por no estar dispuesto a ello, ya por no saber cómo hacerlo. Las personas muy ascetas que practican la anulación de los deseos pueden ser felices, pero han de vivir una vida a la que muy pocos aspiran, ya que no deseamos vivir, o hacer que nuestra familia viva, sin al menos ciertas comodidades, mayormente las que ya nos rodean.
Si el deseo se entiende como una anticipación de algo futuro, efectivamente, el deseo es peligroso. Su peligro se funda en que puede crear unas expectativas que nos conducirán al juicio de las circunstancias. Sin embargo, desear sin apegarse a que lo deseado se materialice no sólo puede ser beneficioso, sino que se puede convertir en una forma natural de desear.
Los deseos pueden ser la manera cognitiva de movilizarnos para llevar a cado nuestras acciones. Los deseos que afloran de las creencias que crecen a la luz, es decir, en el Consciente, nos proporcionan la energía necesaria para motivarnos. Son la semilla consciente de la motivación. Nuestras acciones son motivadas por el deseo, por la emoción o por la voluntad que brota del Origen y cuya voz se asemeja a la voz de la consciencia. Cuando el deseo, la emoción y la voluntad están presentes al unísono, entonces nuestra motivación se incrementa y podemos alcanzar el entusiasmo.
Como mencionaba anteriormente, uno de los peligros que nos presenta el deseo es que crea una expectativa. A tenor de eso puede que me digas que para qué quieres un deseo, si no es para que sea satisfecho. El deseo es la semilla de la motivación para la acción, pero la expectativa puede resultar ser una fuente de infelicidad si no se logra la satisfacción del deseo. Sin embargo, si actuamos de cierta forma porque nuestros deseos nos motivan, con la intención de hacer que algo sea más probable, en vez de actuar para que algo ocurra, nos encontraremos con que el universo nos defrauda en muy pocas ocasiones. Veremos que, efectivamente, tenemos el poder de incrementar la posibilidades de que algo ocurra y que nuestras acciones no son en vano. Das un paso de gigante cuando se da cuenta de un modo pleno del precio que tienes que pagar en felicidad por causa de cada adicción. Pero disfrutarás completamente de los mismos actos y experiencias cuando rebajes la adicción al nivel de una preferencia.
La esperanza en que las cosas ocurran de la manera que creemos que ocurrirán, basada en la fe de que así han de ocurrir, incrementará la posibilidad y nos dará el entusiasmo para seguir actuando de esa manera. Pero aun cuando los resultados que logremos no sean los esperados, siempre nos encontraremos ante una circunstancia que tiene latente el poder de potenciar nuestro crecimiento, nos hará aprender, realizarnos mejor... y marcará el camino para la acción consecuente.
La forma de paliar la inesperada alternativa que nos presenta la vida cuando nuestras expectativas no se convierten en realidad, es la de plantearnos qué puedo hacer yo con estas circunstancias para sacarles partido. Qué fruto puedo obtener de las posibilidades que tengo aquí y ahora. El presente es siempre el punto de partida. No te olvides del adagio “hoy es el principio del resto de tu vida”. Vive cada momento para obtener los frutos que deseas y verás que tu vida será cada vez más lo que quieres que sea. Y que tú serás cada día un poco más quien quieres ser.
Los humanos estamos constantemente incrementando nuestros deseos. Por ejemplo: primero, deseamos un piso; luego que lo tenemos, deseamos una segunda vivienda donde veranear... No importa la meta que nos marquemos; una vez alcanzada estableceremos otra. Aun los que deciden una vida más simple se enfrentan al hecho de elegir cada instante siguiente teniendo que hacer uso de sus deseos.
Intentar cambiar las circunstancias que nos rodean en cierta dirección o mantenerlas inmutables, deriva en una “persecución” constante de los deseos. Este es el otro problema que nos presenta el deseo: en una carrera frenética hacia la meta, nos olvidamos de disfrutar el momento. Aunque no es negativo que tratemos de guiar nuestra vida hacia unas metas y unos deseos, no podemos olvidarnos de la oportunidad que tenemos a nuestro alcance de disfrutar la experiencia del presente. Cómo nos sentimos a nosotros mismos, la alegría que obtenemos al vivir, en última instancia, depende directamente de cómo nuestra mente filtra e interpreta las experiencias cotidianas. Estar felices depende de nuestra armonía interna no del control que podamos ejercer sobre las enormes fuerzas del universo. El ciclista que no se divierte en la carrera y sólo tiene su ojo en la meta no está disfrutando de ser ciclista, ya que serlo es, efectivamente, ir hacia la meta. Alcanzar la meta es fácil: si no te gusta pedalear puedes coger el coche y no pedalear, pero entonces no serás ciclista. Si quieres serlo, disfruta siéndolo.
En un sentido más profundo y un poco más oculto, el deseo nos presenta aún otro problema que hemos de saber resolver. Un deseo se puede convertir en la afirmación de que creemos que algo no es como queremos que sea. Si una mujer dice que desearía ser guapa, está diciendo que está convencida de no serlo. De esta forma el deseo trabaja en oposición a lo deseado al producir indirectamente una aserción de la creencia de que carecemos de lo deseado. Es importante que en un tratado sobre las creencias se toque este tema. Estamos diciendo que las creencias que tenemos crean nuestras circunstancias. Y ahora, contemplando cómo funcionan los deseos, nos damos cuenta de que tienen la posibilidad de crear las circunstancias opuestas a las que buscamos. Los deseos se pueden convertir en una afirmación de la creencia de que necesitamos algo que obviamente no tenemos y deseamos. Hay que ser muy cuidadosos aquí para expresarnos un deseo: no es lo mismo expresar y concentrarnos en sentir la gran falta de lo que deseamos, que desear en el presente con mis actos y decisiones qué dirección tomar; así como tener la certeza de la fe en que el cambio ya ha comenzado a producirse con el deseo mismo.